Sus orígenes se remontan a un sustrato del griego, el celta y lenguas prerromanas absorbidas por el latín, la lengua del Imperio Romano y del catolicismo. Después de la caída de Roma y el dominio bárbaro, la falta de una autoridad central fuerte hizo que la lengua hablada y la escrita siguieran caminos diferentes, una tendencia que caracterizaría el posterior desarrollo del italiano. La variante hablada (volgare) era una suerte de latín simplificado con diferentes características según las zonas de uso, mientras que el latín seguía siendo la lengua formal del derecho, la religión y la política. No obstante, fue el volgare el que sentó las bases del italiano moderno, en particular la variante toscana, que fue adquiriendo fuerza gradual y autoridad mediante la literatura y el debate entre intelectuales a lo largo de los siglos. El italiano es el idioma oficial de Italia, Suiza y San Marino y es uno de los idiomas oficiales de la Unión Europea. Forma parte del grupo de las lenguas romances junto con el francés, el español y el portugués, entre otros.
El italiano, creado por un pueblo culto y educado, se convirtió en el idioma oficial de Italia recién cuando el país se unificó en 1861, pero arraigarse en su pueblo le llevo tiempo. El sistema escolar desempeñó un papel fundamental en este aspecto, puesto que diseminó un modelo que reemplazó variantes y dialectos locales. Lo mismo hicieron con algunos de los eventos más importantes del siglo XX. Las dos Guerras Mundiales, el fascismo y su lucha contra los dialectos y el nacimiento de medios tales como la televisión contribuyeron a consolidar una lengua hablada y escrita única para el pueblo de un país nacido de las cenizas de estados que habían permanecido separados durante siglos.